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viernes, 14 de junio de 2013

Bornholm, el area de los prodigios Escandinava:

Por José Antonio Roldán & Marisol Roldán

En 1985, la provincia danesa de Bornholm, parió uno de los hallazgos arqueológicos más curiosos de las últimas décadas. Se trató de un descubrimiento excepcional que hizo florecer aquella primavera de la isla con la visión de más de 2.300 figuritas de oro labrado, entre las cuales aparecieron algunas figuras de extraños seres macrocéfalos y de tres dedos en sus largas extremidades superiores. Seres que pasaron desapercibidos por el mismo mérito del espectacular descubrimiento de lo que se ha dado en llamar "el campo de oro escandinavo".




Fotos procedentes del propio museo de Copenhague, y , sus correspondientes apreciaciones profesionales y arqueológicas fueron difundidas al mundo ese mismo año de 1985. Se trataban de explicar ese maravilloso hallazgo altomediaval lleno de pormenores anómalos, tanto en la gran cantidad de material hallado, como en la calidad del mismo o la extrañeza de su ubicación. Desde aquella fecha poco o nada más se sabe. Sin embargo, tanto para la ciencia, la arqueología y las personas que buscan explicación a hechos sorprendentes las pequeñas figuritas de oro se han convertido en un preciado foco de investigación. La ciencia se sorprende ante la gran pureza del oro encontrado (aunque también las hay de plata o bronce), ya que no es típico de la zona del yacimiento. La arqueología se felicita porque podría entender muchas cosas del pasado sociocultural y artesanal de esa zona de Dinamarca. Y nosotros, los buscadores de explicaciones a lo insólito nos encontramos ante un curioso dilema...¿qué hacen estas figuritas de extraños seres entre las otras, siendo menores en número pero mucho más detalladas en pormenores artísticos, como queriendo dejar constancia de que allí se representaba algo diferente a las demás figuritas? y ¿porque allí...donde curiosamente no muy lejos han sido captados en ocasiones fastuosos fenómenos luminosos y donde existe la leyenda ancestral de los extraños extranjeros de los tres dedos?.

Introduciéndonos en el enigma arqueológico:

Aunque en 1985 llegara el gran descubrimiento de figuritas en una misma zona, no era la primera vez que éstas eran encontradas en Escandinavia. Tanto es así que las diminutas plaquitas doradas ya tenían un nombre propio, siendo popularmente reconocidas como "Guldgubber" -("Goldblechfiguren" -hombrecillos de oro)-. A pesar de su exquisito misterio no habían recibido demasiada atención por parte de los expertos ya que encontrarlas era casi cuestión de suerte. Hallar una era un acontecimiento y una rareza. En otras ocasiones encontrar varias seguidas era imposible por más que la zona fuera peinada arqueológicamente. Y por general podían existir años de intervalo entre el encuentro de una y otra. Así que cuando el campo de oro de Bornholm tomó vida y dejó dar con la friolera de más de 2300 de estos Guldgubber se retomaron con más fuerza que nunca las discusiones que planteaban y el misterio que contenían.

Estas pequeñas plaquitas de oro de alta pureza, representan en su mayoría a figuras humanas. Tal vez fue por esto por lo que el pueblo terminó por bautizarlas con el sugerente y descriptivo vocablo sueco "Guldgubber". Una raíz muy antigua utilizada por los lugareños de las regiones de Ravlunda, situadas al Este de Escania. Ellos empezaron autilizar este apelativo para designar las primeras placas halladas a principios del siglo XVI, la arqueología lo aceptó y adoptó entrado el siglo XVIII.
Al fin de cuentas era un enigma arqueológico localizado casi exclusivamente en Dinamarca. Y casi todos los restos dorados han ido saliendo a la luz en las diferentes excavaciones realizadas en la isla de Bornholm. Una pequeña porción de tierra de carácter frío rodeada por las gélidas aguas del Báltico, que desde tiempos inmemoriales había sido un lugar estratégico de la región danesa y que por añadido ha sido cuna de grandes marinos y exploradores.
Quieta e inmóvil hoja de tierra, Bornholm ha visto escribirse la historia y ha terminado firmándola con uno de sus más inexplicables renglones. Nadie se sorprende de la aparición de estas figurillas en la isla. Llena de recuerdos de medievales orfebres. Pero, ¿tanta cantidad de Guldgubber qué sentido podrían tener en una localización tan reducida, en la que jamás existió núcleo de orfebrería conocido?.



Extraño ser con cabeza en forma de pera y dotado de tres dedos en cada mano.

Varios cientos de metros Todo un huerto de Guldgguber
Cómo suele suceder la curiosidad y el azar son las equis de los mapas de los tesoros antiguos. Ambas estuvieron presentes una calurosa mañana de 1985 entre un grupo de aficionados a la arqueológía que desde su posición "civil" colaboraban a menudo con el museo de la isla de Bornholm.
Precisamente se dedicaban a rastrear zonas con posibles restos cuando el destino les acercó a unos campos de SVanneke. Un esotérico lugar al que llaman los parajes de Tierra Negra (Sorte Muld), por el aspecto que presentaba su tierra con alto contenido de carbón y restos de viviendas calcinadas tiempo atrás cuando aún los campos negros eran conocidos como los campos dorados o del oro. Desde 1569
se recogen leyendas de los hombrecillos de oro. ¿Fue este el motivo que impulso a los arqueólogos aficionados a darse un paseo por esos lares?...posiblemente.
Y quiso la coincidencia que aquel día prescisamente este pequeño grupo de buscadores del pasado encontraran ante si unos campos recién labrados para la siembra y lavados en su superficie pos las lluvias de varios días continuados en los que no se había podido trabajar en los campos. Así, descubiertos y a la intemperie, a simple vista, pudieron dar con los primeros coletazos de lo que sería el gran tesoro posterior.
Restos óseos y diversas piezas de cerámica se esparcían por doquier. Buscando recoger el primer botín en apenas cien metros de búsqueda minuciosa habían salido a flote más de veinte placas de Guldgubber.



Otro de los "hombrecillos de oro" de muy difícil catalogación.

Los presentes pensaron que si a simple vista el trabajo había sido tan fructuoso...qué no podrían hallar rastreándolo más detenidamente. No se equivocaban. Bajo tierra aún quedaban miles de sorpresas doradas.
Lo primero tras avisar al museo de Bornholm fue intentar esa segunda búsqueda más especializada en el lugar del hallazgo. Lo que a priori se planteó en tarea fácil requirió de más esfuerzo. El problema de extensión, se encontraban desperdigadas en varios cientos de metros cuadrados, hacía imposible una simple excavación tradicional. Era necesario peinar una gran zona y hacerlo meticulosamente.
De inmediato se pensó en que podría utilizarse el detector de metales, puesto que , las plaquitas eran de oro, pero su diminuto tamaño (1, 2, 3 centímetros cuadrados y de apenas milímetros de espesor), aconsejaban que éste no sería un método totalmente efectivo. Así que, además de arqueólogos, los profesionales que se dedicaron a la excavación de aquel yacimiento, tuvieron que adoptar el papel de los viejos buscadores de oro, dedicándose a lavar y colar la tierra gracias a los cedazos. Para tal fin se construyó un miniestanque y se llenó con agua de las zonas colindantes que fue canalizada y suministrada por el bombeo de un motor-generador (bomba de agua).
El esfuerzo tuvo el premio de 2300 plaquitas, un ochenta y cinco por ciento más de las halladas en varios siglos y no en cien metros sino en tres países: Noruega, Dinamarca y Suecia. Además se encontraron plaquitas diversas de metales variados, barritas de oro empaquetado en placas del mismo metal y muchos pedacitos de cristal y cuarzo.
De todas formas los excarvadores del tesoro apenas pudieron apreciar in situ la magnitud de su colaboración a la arqueología y al enigma de la historia...eso sería tarea de los clasificadores del propio museo danés.
Los cristales de origen franco otro misterio de por si
No se habían recuperado de la ilusión del descubrimiento cuando comenzó el momento de los enigmas de los campos de oro.
Las placas de hombrecillos eran todo un suculento misterio, pero los cristales de posible origen franco no dejaban de ser otro. No se trataba de su extraña aparición en el lugar, ni de un anacronismo, pues en la Edad Media ya se sabe de su empleo. Pero ciertamente su uso reducido entre pudientes y religiosos añadieron más oscuridad a lo encontrado. Sobre todo por su gran cantidad y su gran calidad, sumándose la gran laboriosidad de los mismos, es decir, que los antiguos que habían labrado y llenado de detalles aquellos cristales eran unos profesionales excepcionales para su época. Es más, al parecer dominaban no sólo el arte de los metales sino de otros tipos de materiales que requerían de manipulación y proceso muy distinto. O bien en aquel lugar habían coincidido dos grandes "fábricas" de artesanía (metal y piedra/cristal) que habían sido clandestinas y por ende desconocidas históricamente o bien era un lugar aprócrifo de reunión de ambas especialidades artísticas.
Revisando el lugar desde siglos atrás encontramos que Sorte Muld siempre había estado habitada y que sus pobladores abarcaban distintos periodos entre los que encontramos a los primeros homo de nuestra era para terminar en los desconocidos Vikingos. Después el lugar se convirtió en zona de tránsito. Lo que pudo permitir la existencia de mercados en ese lugar. O esa al menos es la explicación racional para los que quieren encontrar respuesta lógica a tantas figuras localizadas en el mismo sitio. Sin embargo, ¿por qué se dedicaban a enterrarlas?, ¿un gran desastre lo engulló todo hasta que fuera rescatado en nuestros tiempos?...ese último planteamiento no se sostiene con bases reales.
En otro intento de añadir lógica conocida al campo de oro se especuló con que aquel lugar había sido destinado a lugar de culto. Tal vez reuniones periódicas llenas de ofrendas votativas hubieran producido aquel huerto de Guldgebber. Pero, ¿de qué tipo de credo hablamos para apostar por esta explicación?. Desde luego no de ninguno conocido. Ni siquiera los herméticos druidas hubieran escondido sus ofrendas a sus deidades de esa forma tan curiosa, en la que todo parece indicar la idea era que permanecieran ocultas del hombre. En apoyo a esta teoría surge el descubrimiento de algunas de estas figurillas en Helgä, Mälaren (Suecia). Guldgebber que se escondían entre otras ofrendas destinadas a los dioses y héroes mitológicos de los credos escandinavos. Sin embargo, en este caso se hallaron fácilmente en la superficie y desde luego su cantidad era diminuta en comparación con las rescatadas en los campos negros de Bornholm.
Guldgubber: diminutos enigmas de oro
En su mayoría se tratan de plaquitas o figuritas recortadas en las que se representan figuras humanas, aunque gran parte de rasgos faciales interpretan a seres mitológicos o las representaciones de las virtudes de los hombres a quiénes quizás se describiera (fuerza-oso, valentía-león,etc).
Una extensa gama de variadas posturas y tipologías siguiendo un parecido patrón artesanal.
* Las plaquitas de 1 a 2 centímetros de largo y con milímetros de espesor (a modo de hoja de papel), muestran en una de sus caras el relieve antropomorfo de un ser completo. En ocasiones solo aparece la figura, en otras las mismas se encuentran incluidas en ornamentaciones o presuntas cajas que pudieran dar a entender un lugar o sitio donde se ubicó al modelo retratado. Ese relieve parece haberse conseguido con placas matrizes, lo que resulta muy curioso si nos detenemos a ver todos los modelos encontrados. ¿Se hacían con un molde común y luego se detallaban por separado o cada figura usaba un molde único?. La ausencia de matrices en el yacimiento no facilita las respuestas de los diferentes especialistas que pretenden "entender" el misterio artesanal de los hombrecillos de oro. Además el uso de placas base tampoco sería explicado en la infinidad de posturas que adoptan las representaciones, incluyendo los detalles más nimios, como la orientación de los rostros o la disposición de las extremidades.




Grabado de época de la Isla de Bornholm.

Ni siquiera podemos decir que los hombrecillos sean figuras estáticas, pues en muchas de ellas podemos ver que se realizan diferentes intentos por dotar de movilidad a los seres representados. Un menos número de plaquitas muestran una laboriosidad menor, semejando bocetos de las elaboradas. Éstas pudieron ser grabadas en las hojitas de oro con un simple punzón o herramienta similar. Un tercer grupo muestra la figura recortada, es decir la silueta humana es el propio borde, en un extraño intento de orfebrería plana. Entre las placas cuadradas se han dado el caso de repeticiones de la misma figura no dándose este caso en las figuras perfiladas, que parecen ser más originales y únicas.
La aleación de oro empleada para la elaboración de estos hombrecillos es también variada. Los de más alta pureza son los mejor conseguido y de mayor calidad en detalles. La anécdota viene de la mano de unas pequeñas y escasa muestras de hombrecillos en plata cuya conservación ha sido más pobre que la de los dorados, siendo sus representaciones casi imposibles de adivinar.
La cabeza "humana" suele hallarse de perfil, al contrario que su tronco que mantiene una postura frontal con el plano. Hecho que recuerda a los dibujos y grabados egipcios. Asimismo las figuras suelen estar vestidas con lujosos ropajes, predominando el tipo caftán, adornado ricamente, cinturones y alfileres también se dejan ver como detalles de fastuo de las figuras.
Un cetro suele cerrarse en uno de los puños de las imágenes, en otras es un báculo. Los dedos perfectamente dibujados. Recogidos de pelo, diademas al estilo romano...pero con todo ello no hay detalles suficientes para poder entender con claridad qué o a quiénes se intentaba representar en aquellas láminas de oro.
Placas individuales a excepción de unas cinco en las que se hayan parejas. Un hombre y una mujer enfrentados en sus rostros, además de que las cinco parejas son totalmente diferentes entre si.
Una minoría de estos Guldgebber muestran figuras femeninas, son muy raras de encontrar entre las miles, a penas contabilizamos veinte. Igualmente se repiten en ellas los fastuos ropajes y la exquisita dotación detalles ornamentales. Una de las figuras está desnuda, portando simplemente un collar al cuello. Las figuras femeninas podrían ser la representación de la diosa Freyja. Sobre varias de las hojas de metal podría estar representando el rey de los dioses del pabellón escandinavo, es decir, Odín representado con su lanza Gungnir.
Una minoría de los extraños hombrecillos plantean enigmas propios y tal vez ufológicos
Las antropomorfas representaciones de enigmáticos personajes se vuelven casi manjar ante los ojos de personas acostumbradas a planteamientos de cuestiones existenciales y biológicas. La culpa desde luego la tiene la caprichosa forma de los humanoides representados en un reducido grupo de plaquitas. Unos extraños seres que no tiene nada que ver con el resto de las figuras y que guardandando igualmente sus precisos detalles, muestran orgullosos, posibles, monos cuya parte superior recoge la cabeza del ser en una especie de escafandra, dentro de las cuales se distinguen rasgos humanos, incluso mucho más humanos que en la gran mayoría de las otras placas rescatadas del suelo escandinavo. Una particularidad que viene descrita en la grabacion de sus extremidades superiores, brazos humanos , pero que curiosamente muestran y concretan la existencia de tres únicos dedos por extremidad.




Guldgubber con un cetro en su mano derecha y una copa en su mano izquierda.

Y tres dedos también muestra otras de las placas, mucho más extrañas que estas dos anteriores. Su forma mucho menos antropomorfa que las mismas describen el tipo de ebe (entidad biológica extraterrestre) de ojos grande y rasgados. La forma aperada de su cráneo termina por borrar las dudas. ¿Qué seres eran los elegidos en este caso como patrón?. Si se supone que se representaban a deidades y héroes mitológicos... a cuáles se referían en los años 600 d.C y que importancia tenían para terminar representados allí entre el resto de las figuras. ¿Por qué su número es tan escaso en comparación con los otros modelos?.
Y por último una curiosidad que se añade si ponemos en fila las tres placas que hemos descrito cómo distintas a las demás. Es como la secuencia de tres tomas de un mismo ser. En la primera el mismo aparece con el citado mono y las manos dobladas parecen llegar algo, una herramienta tal vez. En la segunda encontamos el mismo ser y en el el detalle del mono hace ver como la tela se pega a la piel, de tal forma que los pectorales quedan dibujados en la misma. El mono está unido a un cinturón extraño. Las posibles escafandras muestan en su parte superior y en uno de los laterales una especie de compartimento que sobresale del resto liso. La tercera figura del extraño ser lo muestra desnudo y con un collar anular en pieza lisa colocado en el cuello.
Algunos especialistas arqueólogos afirman que pudieran tratarse de figuras femeninas, pero sin embargo su visionado no recuerda en nada a las féminas, al menos no a las conocidas en nuestro planeta.
Y tampoco encontramos parecido si las comparmos con el resto de las figuras femeninas halladas entre los Guldgubber.
El misterio se multiplica si búscando explicación a esta anécdota del encuentro de estos tres extraños seres o modelos, uno decide inspeccionar no sólo el resto de placas (entre las que se descubren pocos parecidos), sino también entre las figuras recortadas de oro. Allí nuevamente encontramos la presencia de este extraño ser macrocéfalo embuido en una suerte de mono y que curiosamente mantiene la presencia insistente de este extraño collar rodeándole el cuello.
Antes las dudas, los especialistas tienen claro que encontrar entre las figuras este tipo de ser no es extraño debido a que requería menos labor artesanal para ser creado. Sin embargo, ¿por qué representar con pantalones a alguien, cuando el resto de las figuras muestran a otros seres con ricos ropajes?, ¿serían producto de artesanos más ineptos o principiantes, que convivían y participaban del trabajo con el resto?...posiblemente. Pero por qué no dibujar las figuras desnudas. ¿No sería mucho más fácil para el inexperto artesano labrar una línea que no entretenerse en dejar claro unos límites entre la pierna y el pie que solo son explicables si se quiere mostrar el límite de unos pantalones? y ¿por qué el mismo tipo de collar en las figuras que parecen representar al mismo ser?. ¿Porque manoplas o ausencia de manos en estas figuras recortadas y en placa la insinuación de tres dedos largos, teniendo encuenta que en todas las demás se contabilizan las cinco, incluyéndose estos detalles hasta en los grabados más pobres y de menos calidad?. ¿No sería en definitiva que el artista quiso dejar constancia de lo "diferente" de estos seres en su obra en oro?.
En lo infinito de la hipótesis: Tartesos, el continente fantasma
Y si en el fondo los racionalistas que afirman que las respuestas debemos de buscarlas aquí en nuestra historia conocida, en la propia vivida por la tierra del hallazgo, y si suponemos que esas figuras anómalas que resaltan entre el resto fueran pura y llanamente representaciones de mitos comunes entre las gentes de albores del siglo VI.
Ciertamente podríamos decir que las extrañas entidades mostradas en las láminas de oro podrían llevar no escafandras sino yelmos, a modo de guerreros dispuestos a realizar su labor militar. Pero, ¿qué tipo de uniforme visten?.
Rebuscando en un pasado más lejano, en pos de hallar parecidos entre pobladores de aquellos tiempos nos topamos con curiosas coincidencias, aunque no totales con otro tipo de figuras representadas por un pueblo no menos enigmático, los íberos. La representación de sus guerreros y el casco de batalla podrían ser comparables. Así como las proporciones de las figuras, la forma y distribución de sus rasgos corporales. Sigue sin explicarse la presencia de esos tres dedos, puesto que los íberos dotaban de cinco a sus esculturas y grabados más elaborados y total ausencia de los mismos en los de menos trabajo artístico o calidad material.




Seres macrocéfalos con extrañas indumentarias y cascos, poseedores de grandes ojos y tres dedos en cada mano.

Aun así el simple hecho de encontrar este sútil parecido abre de nuevo las puertas al enigma y nos hace recordar el mito de una isla, una ciudad que jamás pudo ser localizada. Una floreciente ciudad que muchos eruditos niegan que fuera real, pero otros defienden que existió con esplendor de comercio en materiales preciosos entre ellos, el oro.Un lugar que erróneamente los romanos estaban empecinados en ver en la Bahía de Cadíz. Confusión a la que llegaron pues los intereses del mismo comercio pudieron falsificar las rutas para que los navegantes no encontraran el mítico enclave.
Homero describe a Tartessos: este misterioso lugar, aparece para los navegantes de la Hélade, como riquísimos yacimientos de estaño y plata, paraiso de bienestar y felicidad. Esos navegante fueron los primeros en difundir el mito de Tartessos. Y lo situaron más allá de las columnas de Hércules, estrecho de gibraltar. Para dar con él la búsqueda se cercó en Hispania. Pero, ¿y si las cartografías hubieran sido desniveladas aposta por algunos interesados?.
Los griegos ubicaron allí muchas de las hazañas de sus héroes. Úlises estuvo allí y también Hércules se buscó en esta tierra el bellocino de oro y se ubicó el Jardín de las Hespérides. Para muchos Tartessos era lo último visible antes de dar con el confín del Universo y formaba parte del camino a los infiernos.
El curioso detalle rescatado por similar entre todos los mitos que mencionan esta importante ciudad se destacan cosas como que "era una gran masa de tierra rodeada por un gran Océano (ellos lo veían como un rio). Sitio salvaje en poder de monstruos , hechos mágicos, y climatología imposible para el humano, reino de la noche eterna".
Bornholm no cabe duda es una gran masa de tierra rodeada por un mar, el Báltico; aguas gélidas que provocan un clíma agitado en las costas. La situación geográfica de la isla escandinava cercana al polo, hace de estas tierras un hábitat difícil para gente que como los griegos y romanos provenían de climas templados y que pudieron ver ese reino de la noche en las estaciones invernales que vive la isla, donde las noches son largas y se engullen las horas diurnas.
Allí en aquella posible isla Tartessos, donde se ubicaban los infiernos y los muertos eran custodiados por perros como Gerión y Cerbero se pudieron llevar estelas como siglos ante los cartagineses habían hecho y enterrarlas en el suelo, para que los difuntos encontraran su camino en el mundo subterráneo por el que tenían que viajar.
La propia Bíblia habla de las gentes de Tharsis o pobladores del mar, los posibles habitantes nativos de esta población isleñas.
Los tartesos eran un pueblo desconocido, aunque repleto de creencias inconfundibles. Entre ellas una nos llama, en este caso, la atención. Creían que las sombras de los hombres una vez muertos tenían vida propia. Las lápidas y tumbas tartésicas de nuestra geografía muestran a un pueblo preocupado por el viaje al más allá. Y por eso solían representar junto a los difuntos las figuras de los mismos en un intento de que la sombra quedara allí y así el viajero muerto acudiera por completo al lugar de los muertos. ¿Podrían tener la misma función esas Guldgebber?, ¿podríamos estar ante un lugar destinado al recuerdo de los difuntos?, ¿un cementerio de sombras o lo que es lo mismo una necrópolis de almas apresadas en oro?. Y si es así, ¿quiénes podían reposar allí?, ¿todo tipo de etnias incluidos seres tan extraños que solo mostraban tres dedos y cabezas macrocéfalas?.
Los tartesos afincados en nuestra piel de toro eran grandes navegantes y algunos de sus viajes podían ser de larga duración. Guiándose por artilugios de navegación básica como la brújula y los cálculos astronómicos basados en la posición de la estrella polar se adentraban sin miedo en las aguas del Mediterraneo y del Atlántico. ¿Habrián accedido también a regiones del Báltico, seleccionando una pequeña isla escandinava y otros lugares como lugar de devoción?. Quién puede saber lo que realmente sucedió en el pasado. Sin embargo, ¿no es irónico que entre los tartesos hispanos la representación del león fuera extendida y que estos pequeños hombrecillos hallados en el campo de oro de Bornholm muestren en cientos de placas seres con caracteres leonidos en sus rostros?. No fueron ellos además los monopolizadores de la ruta de la plata y el estaño que por siglos compartieron en secreto con los púnicos. Y ¿si además lideraron otra ruta de oro y en su camino dejaron el rastro como este campo de oro?.
Se dice que Tartessos acogió su maximo esplendor en el siglo V a.C...¿pudieron los nativos de Bornholm haber seguido la obra, al menos espiritual de estos antiguos viajeros?. A falta de puebras cualquier hipótesis es válida para ser estudiada y ésta a pesar de parecer demasiado idealizada no deja de tener pequeñas bases en las que sostener las columnas de una posiblidad.
Tal vez realmente hablamos de una isla donde convergieron diversas culturas que terminaron por fundirse. Una mezcla de vikingos y tartesos que dieron como fruto unos peculiares orfebres y guardianes de los difuntos que escribían la historia de sus hombres en diminutas láminas de oro.
Datando al hombrecillo de oro
Ciento cincueta placas halladas con anterioridad en varios lugares distantes entre si como las recogidas en Suecia, lejos de la Isla de Bornholm, pero en otra isla curiosamente la de Oland, concretamente en Eketorp, han permitido una especulación sobre la posible datación de la gran mayoría de hombrecitos. Figuras que se asemejan mucho a las representadas en los yelmos medievales, yelmos de parada encontrados en tumbas reales como la sueca de Uppland o la británica Sutton Hoo. Esto indicaría que pertenecerían a un periodo de la Edad de Hierro de influencia germánica, cercano al siglo VII. Dentro de las propias figuras y grabados, los cuernos representados para la bebida, las armas, las vestimentas y las joyas, sin embargo hacen pensar que éstas pudieron ser realizadas en el periodo de Oro o Edad Dorada de Escandinavia, tiempo durante el que si hubo oro en esta región, el que llegaba a través del mar en los barcos romanos a modo de pago a los paises bárbaros por los servicios militares prestados o como cambio comercial. El oro que llegaba en moneda romana era fundido en los paises escandinavos que no tenían sistema monetario y después se empleablan como colgantes o amuletos y joyas. Tal vez esto fuera lo que hizo que algunos historiadores se empeñaran en encontrar esta semejanza con las figurillas de oro o Guldgebber, pero la ausencia de perforaciones, anexos para empleo como colgantes, etc hicieron que la incógnita de su empleo siguiera estando como al principio.
El rompecabezas de oro: piezas y hombrecillos que no encajan en el puzzle de la historia
En conclusión nos enfrentamos ante uno de los últimos puzzles ofrecidos por la arqueología, poco más se sabe de los Guldgubber además de que son miles y diminutos, estando tallados en oro la mayoría.
Lo que representan su utilidad, porque fueron enterrados y la explicación de estar así tan juntos en el hallazgo de la isla de Bornholm seguirán sin respuesta por un tiempo. Tal vez otras excavaciones en la zona muestren un poco de luz al enigma de los hombrecillos. El tiempo tal vez no encienda la antorcha que nos ayude a caminar hacia detrás en la gruta que lleva a la verdad de la historia. Entonces, tal vez el hombre actual se tope con su propio pasado para enfrentarse y entenderse a si mismo. Mientras tanto encendamos pequeñas cerillas y así a lo mejor entenderemos que lo importante es el caminar...

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